La revolución traicionada


René Sánchez Juárez*

Pensar la historia en nuestro país, implica asumir una postura política y consecuentemente reproducir las constantes de la cultura occidental postrevolucionaria. Hablar del “liberalismo y conservadurismo” de “izquierdas y derechas”, esta postura ofrece ventajas como dotar de posicionamientos a los enfrentamientos políticos que generalmente sirven para calificar o descalificar, identificar o ensalzar, describir y explicar, si ha sido suficiente el uso de la retórica populista o simplemente los planos ideológicos que se emplean son suficientes.

En la actualidad la “lucha política” entre los grupos de poder, basta disponer de los medios masivos de comunicación, el rumor y la mentira así como la construcción del miedo, toda vez que no existen análisis de las propuestas, así como el uso del sentido común, ha resultado el menor de los sentidos.

En otro tiempo, muy lejano por cierto, la política era conducida por un gobierno ordenado por las leyes para el bien de los ciudadanos, en este momento la política se ha deteriorado y puede parecer inteligente, quien tire la piedra y esconda la mano. Es el caso que denuncia John Dimitri Negroponte (la Jornada 27 de octubre de 2010, p7) quien dice que el entonces presidente de la república en 1993, ofreció a Estados Unidos abrir PEMEX al capital extranjero, en el contexto del Tratado de Libre Comercio.

No es la primera vez que los embajadores de E.U., hacen importantes revelaciones, pues otros como Henry Lane Wilson, apoyó a Victoriano Huerta para derrocar y asesinar al presidente Francisco I. Madero en 1913, en esa época el móvil del embajador fueron los pequeños impuestos que por barril de petróleo se pretendió establecer.

Los energéticos mexicanos a lo largo de la historia, siempre han estado en el “ojo del huracán” y la revolución mexicana no podía haber sido la excepción, basta revisar la obra del recién desaparecido Friedrich Katz, “La Guerra Secreta en México”, para comprender las constantes presiones externas, frente a un régimen que terminó cediendo y entregando los logros de una revolución que costó la vida de más de un millón de mexicanos.

Sin embargo, aún quedan algunas “cenizas” que por supuesto se disputan las oligarquías locales y nacionales que surgieron al amparo de los privilegios y concesiones que otorgó el modelo surgido de la revolución mexicana.

No obstante, su herencia está en ruinas y vivimos una violencia que deslegitima al Estado y lo coloca en una situación de incapacidad para reconstruir el desarrollo de la nación de lo cual nadie quiere hablar ya que la prioridad del actual gobierno; es la “guerra” y el combate a las organizaciones que dice enfrentar y que de paso, niega las causas del fondo de dicha guerra y cuyos vínculos entre las condicionantes que propician el conflicto parecen más oscuros y ahora todo parece relegarse a la próxima elección presidencial de 2012 y con ello la reorganización de un pacto federal más eficiente, que trastoque el orden socioeconómico. Por ello, los partidos políticos deberán ir más allá de la lucha por ocupar las curules y ganar privilegios.

Al llegar al centenario de la Revolución Mexicana encontramos un profundo desaliento, pobreza, desesperanza y una sociedad enfrentada, que no le pide nada a la de 1910, con la diferencia de que entonces había 13 millones de mexicanos y hoy con 105 millones, la situación es más compleja y de nuevo los monopolios, la destrucción de las actividades económicas, la ampliación de la dependencia absoluta con los Estados Unidos y una pérdida de la legalidad que devasta al Estado y lo coloca a un lado de la “fuerza ciega del mercado” que impide resolver el viejo apotegma de democracia y justicia social, tan es así, que mejor se habla de reelección, privatización y Estado obeso ahora con mayores riesgos, como los que propicia la militarización y el autoritarismo, en un país con un profundo vacío de poder lo cual, bien puede interpretarse como un proceso donde la revolución fue traicionada.


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